¿Nunca te has sentido atrapado en una ilusión demasiado buena para ser cierta, en la que vives sin vivir, escapando de aquello que realmente te rodea y buscando la esperanza en cualquier espejismo? Esto es exactamente lo que Buero Vallejo describe en La Fundación, y es justo el sentimiento que La Fundación 4.0 ha conseguido hacer llegar al público.
En un contexto de guerra, muerte y traiciones —como fue el de la guerra civil en que Buero vivió— los presos políticos no son los que mejor parados salen; sin apenas nada que les guíe a la esperanza, la desesperación y la evasión toman su lugar. Por ello, la historia de Tomás y sus compañeros es una imprescindible para llegar a entender el sufrimiento de todos aquellos que viven y vivieron en esta llamada Fundación, dentro y fuera del marco de la obra.
La dirección de Txell Roda consigue con esta adaptación transmitir el mensaje de la obra en una hora, un mensaje claro y conciso, perfecto para aquellos que ya han leído la original y sin llegar perder la esencia característica de las obras teatrales de Buero Vallejo. El guion ha sido reducido de manera inteligente, manteniendo aquellas partes que te dejan clavado a tu butaca, que llevan a preguntarte si aquello que estás presenciando forma o no parte de la realidad. Pese a ciertos aspectos del texto original que no aparecen, esenciales para mí para poder realmente apreciar la calidad literaria de La Fundación, los diálogos y discursos más importantes se mantienen fieles a Buero. No obstante, no todo es de color de rosa, ya que el aspecto cíclico y a la vez abierto que tanto gusta de la obra original no se respeta, cosa que a mi parecer le hace perder una parte muy valiosa.
Ahora bien, cualquier guion teatral puede ser excelente, pero no es sino de los actores el deber de hacer llegar los sentimientos de los personajes al público y crear una obra de calidad. La entonación y las expresiones faciales jugaron un papel crucial en la caracterización de Tomás, Asel, Tulio y demás. Los actores de la Cia. Teatre de Ponent de Granollers tiene fama de plasmar todos los rasgos personales de aquellos personajes a los que interpretan y en este caso no ha sido menos. No solo con la manera de moverse e interactuar con el resto de sujetos, sino que, junto con las miradas fugaces al público, el uso de su cuerpo entero y su voz pudieron representar la desesperación, la amargura y, a ratos, la esperanza que los protagonistas sentían.
No debemos olvidar la importancia que Buero Vallejo da a la escenografía, la música y la iluminación a lo largo de su obra, esta adaptación no decepciona en ese aspecto. Dentro de lo que permite el espacio limitado del escenario y la dificultad de plasmar todo aquello que el autor hubiera querido con respecto a estructuras y atrezzo, esta producción logra poner en escena un decorado muy adecuado que consigue un efecto parecido desde un enfoque distinto. Toda la acción ocurre en una misma habitación que, de manera muy dinámica, va cambiando su orientación. Esto nos permite ver el espacio desde distintos puntos de vista, y, debido a que estos cambios se producen entre escena y escena —completamente a la vista—, nos recuerda que estamos viendo una obra de teatro (mientras nos encontramos igualmente inmersos en la historia). Cabe destacar el uso de la proyección de distintas imágenes a lo largo de la obra, pues nos permite verlo todo desde el punto de vista de Tomás.
Estrechamente relacionado con la escenografía, no debemos ignorar la manera en la que juegan con la iluminación. Forma parte de la historia y te es mostrado repetidamente mediante cambios de luz según el momento y la emoción. Este efecto es parecido al empleo de la música —tan importante para Buero Vallejo— que, respetando las acotaciones de la obra original, consigue transmitir exactamente lo que debemos entender en cada escena.
Quizás a lo largo de la obra nos hemos dejado llevar por las ilusiones y los espejismos que nos acompañan constantemente, pero esta historia aparentemente compleja y trascendental nos ha llegado de manera sencilla —que no fácil— de mano de una reflexión muy importante: la esperanza es lo último que se pierde y, ante todo, hay que luchar contra aquello injusto y doloroso pese a acabar cayendo en otra lucha, contra la cual también deberemos luchar, y nunca, nunca, debemos dejarnos llevar por aquello que queremos ver pero no vivimos.