Hace unos días asistí a una de las representaciones de la Fundación, obra de teatro escrita por el brillante Antonio Buero Vallejo, hechas en L’Estruch de Sabadell bajo el nombre de La Fundación 4.0. , dirigida por Txell Roda.
En primer lugar, me gustaría felicitar personalmente a Oscar Jarque, el actor que tenía la enorme responsabilidad de representar a Tomás, el protagonista de la obra. Hizo un trabajo excelente con su actuación, clavando a la perfección la imagen mental de su personaje que yo y tantas otras personas nos hicimos cuando leímos esta historia por primera vez. Especialmente al principio de la pieza teatral, él representaba con su lenguaje corporal la manera en la que Tomás era la viva imagen de la felicidad, y de igual forma también representó de forma impecable la crisis que este personaje sufre después.
Por lo que al resto de la representación se refiere, a pesar de que era evidente que todos los actores tenían talento, encuentro que el limitado presupuesto invertido para esta obra de teatro ha obligado a los participantes a alterar ciertos aspectos de las indicaciones precisadas en el guion escrito por Buero Vallejo. Opino que se han tomado demasiadas libertades a la hora de modificar algunos fragmentos del ya de por sí magnífico guion original, omitiendo algunas escenas o ignorando la necesidad de un telón, entre otras.
Una decisión que es el perfecto ejemplo del refrán “lo barato sale caro” ha sido la de que todos los papeles estuviesen representados por tan solo cinco actores, la cual cosa obligaba a eliminar la aparición en el escenario de ciertos personajes, como Berta (la novia de Tomás), que pasó a ser una simple voz en off que apareció una única vez acompañada solo por una tenue luz rosa. Y también fue cambiado el final de la obra, provocando que perdiese su característica más importante: ser cíclico, cosa que en este caso se omite completamente porque no entraba dentro del presupuesto contratar a los actores necesarios para representar el final correcto. Además, no solo había un actor que tenía dos papeles (el de Tulio y el del Encargado), sino que otro actor tenía que encargarse de hacer de Lino y, a la vez, ser el técnico de sonido, cosa que limitaba su presencia en escena a prácticamente inexistente. El caso concreto de Lino me dolió mucho a nivel personal, ya que se convirtió en mi personaje favorito cuando leí la obra por primera vez, puesto que aunque es uno de los personajes principales, no aparenta tener mucha importancia hasta el final de la historia. Para mí fue como un reconocimiento a toda esa gente que no destacamos demasiado y nos sentimos como personajes secundarios de las vidas de nuestros amigos, por eso empaticé tanto con él.
Dio la casualidad de que la misma semana también fui a ver una obra de teatro titulada Dream On, de la compañía “English Theatre Company”, que asistió a mi instituto a hacer la representación. Eran solo 3 actores y una bolsa con algunos objetos como gorros, pañuelos, etc. Aunque el dinero invertido fue mucho menor que en el caso de La Fundación, lograron aprovechar los recursos que tenían al máximo, y sentí que había una mayor optimización de estos.
El efecto de inmersión que se buscaba en la obra sí que estuvo bastante bien conseguido, sobretodo gracias a los cambios de perspectiva a los que el público era sometidos cada cierto tiempo, cuando se cambiaban los muebles de sitio para representar un cambio de punto de vista (desde la ventana, la puerta o las paredes de la habitación donde se sitúan las escenas). Esto me hizo sentir parte de la representación, porque al ver tantas perspectivas diferentes me resultó mucho más fácil sentirme inmersa en lo que estaba pasando; parecía que estuviese conectada con el espacio en el que estaba situada la representación. Una cosa que añadieron y que contribuyó a este efecto de inmersión fue el hecho de proyectar ciertas imágenes de conflictos políticos actuales durante el discurso sobre la libertad que uno de los personajes da en un momento hacia el final de la historia. Esto se pudo hacer sin que desentonase gracias a que Buero Vallejo escribió esta obra para que fuese atemporal, cosa que nos permite aplicar muchos aspectos del discurso mencionado a conflictos relativamente actuales, como es, por ejemplo, la guerra de Vietnam.
Finalmente, me gustaría comentar que también se añadió que el vestuario de uno de los actores incluyese una camiseta que en la parte de atrás tenía la famosa cita del poeta Miguel Hernández: “Basta mirar: se cubre de verdad la mirada” en letras lo suficientemente grandes como para que todo el mundo presente pudiese leerla, ya que su significado tenía una gran relevancia en la
historia, por motivos que recomiendo que descubráis con vuestros propios ojos.
En definitiva, ojalá poder borrarme la memoria para volver a experimentar la conexión personal que se siente al ver La Fundación 4.0. por primera vez.