¿Qué es la libertad? ¿Qué concebimos nosotros por libertad? ¿Somos, pues, libres? ¿Cuándo fue la última vez que sentiste que estabas encerrado entre cuatro paredes? ¿Lo estabas realmente? Pero, ¿de qué depende el estar encerrado? ¿De nosotros? ¿De alguien externo? ¿Acaso podemos evitarlo?
Preguntas cuyas respuestas son inimaginablemente complicadas de responder. Sin embargo, en la obra de teatro La Fundación 4.0, ideada por el prolífico autor Antonio Buero Vallejo, e interpretada por el grupo teatral Teatre de Ponent, se tratan de un modo crudo, real y apasionante, dejándonos con una actuación que, pese a reinventar el relato original y enfocarlo hacia un teatro más moderno, mantiene su esencia y el mensaje tan profundo que pretende transmitir. Un mensaje que, ahora más que nunca, en la era digital, cobra un gran sentido; la Fundación nos persigue allá donde vamos, incluso en nuestros bolsillos y mentes.
La escenografía, pese a su simplicidad, logra de manera satisfactoria transportarnos a la cabeza de Buero Vallejo. Si bien se han omitido detalles relevantes de la obra original (véase la cortina del baño, o el gradual deterioramiento de los objetos de la habitación), la puesta en escena consigue provocarnos ese sentimiento de angustia y de desconcierto que sufre Tomás, el protagonista. Esto se realiza mediante el constante movimiento de los muebles y objetos durante las transiciones de un acto a otro, sustituyendo así el ya mencionado degradamiento de la escena, pero reafirmando igualmente la tan buscada inmersión del espectador en la historia. La rotura de la cuarta pared, asimismo, es también una técnica adicional no incluida en la obra original, fruto de la intencionalidad de hacernos sentir más sumergidos si cabe en la Fundación.
Otro punto a destacar es el elenco de actores. Las interpretaciones de los personajes son casi inmejorables; son capaces de reflejar con precisión el carácter y las motivaciones de cada uno de ellos, así como el rol que toman y desarrollan a medida que avanza la trama y la tensión aumenta. Las peleas, desagradables y brutas, lucen reales; como un conflicto entre amigos que acaba solucionándose a través de un mediador. Esa frialdad e introspección para representar el conflicto es equiparable al de El Club de la Lucha, donde la rivalidad y los vaivenes entre dos grandes amigos priman sobre el resto de componentes narrativos.
La historia, a pesar de estar comprimida en una hora, se encuentra bien sintetizada y resumida, habiendo elegido las líneas y puntos de inflexión clave para su correcto desarrollo. Sin embargo, no se siente acelerada ni demasiado forzada; es un gran trabajo de comprensión y posterior relectura de los sucesos que transcurren en ella. Y, finalmente, cabe mencionar la inquietante atmósfera que se consigue construir a lo largo de toda la actuación. El humo. El tan detallado y fiel vestuario de los personajes (siendo estos uniformes de trabajo de la Fundación). El sonido. Y la pantalla digital que proyecta diversas imágenes según lo que requiera la trama.
Todo ello, sumado a los elementos que se han ido desgranando y comentando en este análisis, convierten a La Fundación 4.0 en una obra muy recomendable para lectores de la Fundación, especialmente para estudiantes preparadores de la Selectividad. Y, por qué no, para los mismísimos presos de la Primera Fundación. Aquella que originó todo, pero que, de alguna manera, sigue hoy aquí igual de fuerte, como si fuera el primer día de su aparición.